¡QUÉ ROCHE!

Querido coachee, dime con cuántas te identificas:

En el trabajo:

  • "Me da roche pedir un aumento, no quiero que piensen que soy interesado."

  • "Nunca doy mi opinión en las reuniones porque temo que se rían o me critiquen."

  • "Me siento inseguro al hablar frente a mis compañeros, siempre pienso que me trabaré o diré algo tonto."

  • "Me da vergüenza decirle a mi jefe que necesito un día libre."

  • "Evito preguntar cuando no entiendo algo por miedo a quedar como incompetente."

En relaciones personales:

  • "Qué roche me da decirle a esa persona que me gusta, seguro me va a rechazar."

  • "No me atrevo a invitar a alguien a salir porque creo que me dirán que no."

  • "Me da vergüenza expresar lo que siento a mi pareja, no quiero parecer débil."

  • "Qué roche pedir disculpas, siento que me verán como alguien que siempre se equivoca."

  • "Evito confrontar a un amigo cuando algo me molesta porque pienso que lo tomarán a mal."

En la familia:

  • "Me siento incómodo hablando de mis problemas con mis papás, siento que me van a juzgar."

  • "Qué roche pedirles ayuda, no quiero parecer que no puedo solo."

  • "No puedo decirle a mi familia que quiero cambiar de carrera porque seguro pensarán que soy un fracaso."

  • "Evito hablar en las reuniones familiares porque siempre temo que me critiquen o se burlen de lo que digo."

En situaciones sociales:

  • "Me da vergüenza llegar solo a una fiesta, siento que todos me estarán mirando."

  • "Qué roche bailar en público, seguro todos pensarán que lo hago mal."

  • "No me atrevo a iniciar una conversación con alguien que no conozco."

  • "Evito pedirle a un mesero que me cambie el plato si algo está mal porque siento que es incómodo."

  • "No puedo decirle a alguien que se siente muy cerca de mí en el bus porque temo que se enoje."

En el cuidado personal:

  • "Me da vergüenza ir al gimnasio porque siento que todos están más en forma que yo."

  • "Qué roche usar ropa que me gusta pero que es un poco diferente, seguro pensarán que quiero llamar la atención."

  • "Evito ir al doctor aunque sé que lo necesito porque me da pena contarle mis síntomas."

  • "Me siento incómodo probándome ropa en tiendas porque siento que los vendedores me están juzgando."

En el aprendizaje y crecimiento:

  • "No me atrevo a inscribirme en ese curso porque siento que soy el único que no sabe nada."

  • "Qué roche preguntar algo en clase o en una charla, seguro todos pensarán que es obvio."

  • "Evito compartir mis ideas en un grupo porque pienso que no son tan buenas como las de los demás."

  • "No me inscribo en actividades nuevas porque temo no encajar o hacer el ridículo."

En el manejo del dinero:

  • "Me da vergüenza decir que no puedo pagar algo porque no quiero parecer 'tacaño'."

  • "Evito hablar de dinero con mi pareja o mi familia porque siento que es un tema incómodo."

  • "Qué roche negociar un precio más bajo, siento que el vendedor pensará que soy miserable."

  • "No me atrevo a pedir un reembolso porque siento que estoy siendo complicado."

La vergüenza es un enemigo silencioso. No grita, pero te controla. No te ataca, pero te paraliza. Es ese miedo al "qué dirán" que te susurra al oído que no eres suficiente, que no puedes, que no debes. Y si no lo enfrentas, puede convertirse en el muro más alto entre tú y la vida que realmente deseas.

¿Por qué sentimos vergüenza?

La vergüenza no aparece de la nada. La mayoría de las veces, viene de esas historias que nos contamos sobre nosotros mismos: "No soy tan bueno como ellos", "Si muestro quién soy, me van a juzgar", "Si fracaso, será un ridículo".

¿Te suena conocido? Es que vivimos en una sociedad donde ser vulnerable parece ser sinónimo de debilidad. Entonces, preferimos escondernos tras máscaras: la del éxito, la de la perfección, la de la felicidad eterna. Y, mientras más tiempo llevamos esa máscara, más difícil se vuelve quitárnosla.

¿Qué pasa cuando la vergüenza nos gobierna?

La vergüenza no solo afecta cómo te sientes contigo mismo, sino también cómo vives. Estas son algunas de sus consecuencias:

  • Postergar tus sueños: Siempre habrá una excusa para no intentar, pero la verdad es que el miedo a fallar te tiene atrapado.

  • Relaciones huecas: Cuando vives con vergüenza, no puedes conectar de verdad con los demás porque siempre estás tratando de aparentar algo que no eres.

  • Ansiedad y estrés crónicos: La preocupación constante por cómo te ven los demás desgasta tu mente y tu cuerpo.

  • Estancamiento profesional: No tomas riesgos, no alzas la voz, no buscas nuevas oportunidades porque crees que no eres suficiente.

  • Mala alimentación y hábitos poco saludables: La vergüenza a menudo se esconde detrás de excusas como "No tengo tiempo para cuidarme". Pero lo que realmente pasa es que te saboteas, comes mal y dejas de priorizar tu salud porque no te sientes digno de hacerlo.

La vergüenza es una cárcel, y la llave está en tus manos.

El miedo al "qué dirán": Una cárcel que construyes tú mismo

Este miedo es brutal porque te hace pensar que los demás te están juzgando todo el tiempo. Pero déjame romperte esta idea: nadie te está mirando tanto como tú crees. Las personas están demasiado ocupadas lidiando con sus propios problemas, inseguridades y miedos como para preocuparse tanto por los tuyos.

Entonces, ¿por qué sigues atrapado en esta jaula imaginaria? La vergüenza te hace creer que lo que piensan los demás define tu valor, pero te tengo una verdad incómoda: tu valor no depende de nadie más que de ti mismo.

Cómo romper las cadenas de la vergüenza

Ahora que sabes cómo la vergüenza te afecta, es momento de empezar a liberarte. Aquí te dejo algunas estrategias que han funcionado para mis coachees:

  1. Identifica tus historias: Haz una lista de esas creencias que alimentan tu vergüenza. Pregúntate: ¿De dónde vienen? ¿Quién me dijo esto? Y lo más importante, ¿es realmente verdad?

  2. Acepta tu humanidad: No eres perfecto, ni lo serás nunca, pero eso no te hace menos valioso. Deja de castigarte por no cumplir estándares irreales.

  3. Enfrenta el miedo al qué dirán: Empieza poco a poco. Haz algo que normalmente evitarías por miedo a ser juzgado, y observa cómo la vida sigue igual.

  4. Rodéate de personas auténticas: Las personas que te aman de verdad no necesitan que finjas nada. Busca relaciones donde puedas ser tú mismo sin miedo.

  5. Deja de posponer tu cuidado: Comer bien, hacer ejercicio y priorizar tu salud no es un lujo, es un acto de amor propio. Demuéstrate a ti mismo que mereces estar bien.

  6. Reescribe la idea del fracaso: Fracasar no es el final; es el precio que pagas por crecer. Cada error que cometas te lleva un paso más cerca de tus metas.

  7. Sé autocompasivo: La próxima vez que te critiques, pregúntate: ¿Le hablaría así a alguien que amo? Si la respuesta es no, cambia el discurso.

Una vida auténtica: Tu verdadera libertad

Dejar de vivir con vergüenza no significa que dejes de sentirla por completo, pero sí que dejes de dejarte controlar por ella. Imagina cómo sería vivir sin ese peso, tomar decisiones basadas en lo que tú quieres, no en lo que otros esperan de ti.

La verdadera libertad está en ser tú mismo, con todos tus defectos, errores y fortalezas. Porque lo que te hace humano es también lo que te hace único.

Tu vergüenza no define quién eres

¿Sabes qué pasa cuando dejas de cargar con la vergüenza? Te das cuenta de que siempre fuiste suficiente, que la validación externa nunca fue necesaria y que el único permiso que necesitabas era el tuyo.

Así que aquí te lo dejo claro querido coachee: tú eres suficiente, siempre lo has sido y siempre lo serás. La vergüenza no tiene cabida en la vida de alguien que está dispuesto a vivir plenamente.

Te mando un fuerte, fuerte abrazo,

Coach Eduardo.

Anterior
Anterior

CUANDO TU ANSIEDAD DECIDE

Siguiente
Siguiente

NADIE ES PERFECTO