Inteligencia EGOcional
Entonces, Coach, ¿el ego es malo o es bueno?
Esta mañana el concepto de “Inteligencia EGOcional” me despertó por la mañana. Y me puse a pensar mientras estaba aún echado en mi cama: “¡Oye Eduardo, qué buen concepto!, debo escribir algo al respecto… Pero… ¿Debo armar todo un libro o solo un artículo por esta vez? Conociéndome, ya quiero que se publique para que ya empiecen a aplaudir, así que vamos por el artículo que es más rápido...” y me levanté de la cama.
Y bueh… Ese es mi ego hablándome desde la carencia. A veces se disfraza de motivación. Y sí, a eso también se le conoce como una de las tantas trampas del ego: cuando se disfraza de entusiasmo… pero en el fondo solo busca validación.
Entonces viene Freud y nos dice que todo bien con el ego: que es el mediador entre nuestros impulsos, la moral y la realidad. Un héroe silencioso que nos ayuda a no volvernos locos.
Luego aparecen los maestros orientales espirituales y nos dicen que todo mal con el ego: que es una ilusión, un obstáculo para la iluminación, y que hay que trascenderlo como si fuera un jefe tóxico.
Y claro… como no se ponen de acuerdo generan confusión, debates, y hasta gente que se pelea en redes con frases tipo “tu ego está hablando” como si fuera un insulto definitivo.
Pero a ver, piano, piano… antes de decirles qué es el ego, permítanme decirles lo que NO es el ego. Porque si no despejamos esa niebla, no vamos a entender nada.
¿Qué NO es el ego?
Ok, primero lo primero: el ego no es el demonio interno que tienes que matar. Tampoco es un pecado ni un defecto del carácter. Y no, no es lo mismo que ser arrogante.
Por alguna razón, allá afuera se ha vuelto costumbre decir cosas como:
“¡Uy, ese tiene un ego gigante!”
o
“Yo ya maté mi ego…”
(como si fuera un ex tóxico al que bloqueaste en WhatsApp).
Pero el ego no es eso. Así que, para empezar a entenderlo con inteligencia, dejemos claro lo que el ego no es:
· No es autoestima.
Tener ego inflado no significa quererte más; de hecho, muchas veces es al revés: el ego grita cuando la autoestima está en silencio.
· No es seguridad personal.
El que necesita impresionar, tener la razón o demostrar que sabe, muchas veces lo hace desde miedo, no desde la seguridad.
· No es maldad.
El ego no es un villano que vive dentro de ti, sino más bien como un personaje que has construido para protegerte, sobrevivir y encajar.
· No es algo que puedas eliminar.
No se trata de matarlo ni de “trascenderlo” como dicen algunos “gurús” del Himalaya con WiFi. Se trata de reconocerlo, entenderlo y enseñarle su lugar.
¿Qué SÍ es el ego?
Ya dejamos claro lo que no es el ego… así que ahora sí: ¿qué carajos es entonces?
Presta atención querido coachee: El ego es ese personaje que construiste —consciente o inconscientemente— para poder vivir en este mundo, sentirte protegido, ser aceptado, pertenecer, tener éxito… o al menos evitar que te rompan el corazón (o la autoestima).
Es como un “yo falso” que nació como una estrategia de defensa. Una máscara, un rol, una identidad adaptada a tu entorno.
Y ojo, eso no está mal: fue útil, fue necesario… incluso fue brillante en su momento.
Si de niño te hacían bullying, tu ego pudo decir: “tranqui, yo me encargo” y se convirtió en el sarcástico, el callado o el que siempre estaba listo para defenderse. Si solo te reconocían cuando sacabas buenas notas o eras el mejor, tu ego aprendió: “valgo si destaco” y nació el perfeccionista. Si tus papás no te miraban si no ayudabas en todo, tu ego se convirtió en el salvador o el que no pide nada.
Así, con el tiempo, el ego se convierte en una especie de “yo de emergencia” que actúa por ti para evitar dolor, rechazo o fracaso.
Entonces… ¿es malo?
No. El ego no es malo, pero tampoco es bueno. Es una creación tuya.
Y como toda creación, puede servirte o joderte, dependiendo de si tú lo manejas a él… o él a ti. Y eso depende de dos cosas súper importantes:
1. El nivel de conciencia que tienes sobre él
Si no lo reconoces, el ego te maneja: te hace reaccionar, competir, defenderte, buscar validación, evitar críticas, controlar a otros, etc.
Pero si lo observas con conciencia, puedes usarlo como una herramienta. Es decir: lo manejas tú, no él a ti.
2. Las creencias y experiencias que lo alimentan
¿Depende de nuestras propias creencias y vivencias?
Sí. Totalmente. El ego se forma desde la infancia, a partir de cómo fuiste interpretando el amor, el éxito, la pertenencia y el dolor.
Por ejemplo:
Si de niño recibías amor solo cuando destacabas, tu ego se volvió “el exitoso”.
Si te criticaban mucho, tu ego se volvió “el perfeccionista”.
Si nadie te escuchaba, el ego se volvió “el que siempre tiene la razón”.
¿Y cómo sé si me maneja?
Fácil:
· Cuando te sientes herido por una crítica.
· Cuando no toleras que alguien tenga la razón.
· Cuando quieres demostrarle algo a alguien (o a todos).
· Cuando te haces el fuerte para no mostrar vulnerabilidad.
· Cuando el silencio ajeno te hace sentir invisible.
Ahí el ego dice: “¡yo me encargo!” Y sin darte cuenta, le das el volante de tu vida emocional.
En-den-tonces:
El ego es una construcción tuya. No es bueno ni malo por sí solo; su efecto depende de tus creencias, tus conceptos, y del cómo y para qué lo usas. Lo importante no es juzgarlo, sino reconocerlo, comprenderlo… y usarlo con conciencia.
Por eso, el verdadero problema no es tener ego, sino no darte cuenta de cuándo está actuando por ti.
Y ahí es donde entra eso que yo estoy empezando a llamar: Inteligencia EGOcional… pero tranqui, que todavía no llegamos a eso.
Primero, vamos a ver cómo se disfraza.
Porque el ego, cuando se siente amenazado… se pone creativo. Muy creativo.
Las Trampas del Ego
El ego no solo se disfraza, también te tiende trampas.
Y lo hace con tanta sutileza, que puedes pasar años creyendo que estás siendo fuerte, maduro, exitoso… cuando en realidad estás operando desde una herida bien maquillada.
Trampa #1: “Yo no necesito a nadie”
Ahhhh, la independencia emocional... qué hermosa suena y qué mentirosa puede ser.
Cuando el ego se siente herido, se pone la armadura del “yo puedo solo”, y rechaza ayuda, compañía, ternura o apoyo.
Pero no porque seas autosuficiente, sino porque tienes miedo de volver a sentirte vulnerable.
Trampa #2: “Merezco respeto” (cuando en realidad exijo obediencia)
Aquí el ego se disfraza de dignidad. Te hace creer que estás defendiendo tus valores, cuando en verdad lo que no toleras es que alguien piense diferente, te cuestione o no te dé la razón.
¿Y sabes cómo te das cuenta?
Porque no te duele la injusticia… te duele el ego.
Trampa #3: “Estoy motivado” (pero en realidad solo quiero demostrar algo)
Uy querido coachee, esta es fina.
El ego muchas veces se disfraza de motivación. Te empuja a trabajar más, lograr más, estudiar más, producir más…
Pero no por amor a tu propósito, sino por una sed oculta de validación.
Quieres que “vean lo que lograste”. Que aplaudan. Que te reconozcan. Que alguien (o muchos “alguienes”) por fin digan: “vales la pena”.
Trampa #4: “Soy fuerte” (pero solo porque me acostumbré a no sentir)
Esta trampa es peligrosa y más para los hombres.
Confundimos fuerza con frialdad emocional. Creemos que ser fuertes es no llorar, no quebrarse, no necesitar consuelo.
Pero a veces, esa “fortaleza” no es más que un ego blindado que aprendió a no sentir para no sufrir.
Trampa #5: “Estoy tranquilo” (cuando en realidad estoy reprimiendo)
¿Sabes esa calma tensa que parece paz, pero huele a bomba atómica interna?
Eso también es ego.
Es esa parte de ti que te dice “tú ya estás en otra frecuencia, no te enganches”, mientras por dentro estás escribiendo una tesis entera de argumentos que le lanzarías a esa persona si pudieras.
Trampa #6: “Yo soy así”
Esta es la más cómoda de todas.
Cuando el ego se siente amenazado, se aferra a su identidad: “yo soy así”.
Pero ojo: ser auténtico no es negarte a evolucionar.
Decir “yo soy así” puede ser el freno perfecto para no incomodarte, no cuestionarte y no crecer.
Resumen rápido:
El ego se adapta, se camufla y se justifica. Pero cuando lo observas desde la conciencia, puedes ver estas trampas venir… y en lugar de reaccionar, eliges.
Ahí empieza la libertad.
Y ahí, queridísimo coachee, es donde entra la Inteligencia EGOcional.
INTELIGENCIA EGO-CIONAL
¿Así como gestionamos las emociones… también se puede gestionar el ego?
A ver... Sabemos que la Inteligencia Emocional nos permite reconocer lo que sentimos, procesarlo sin reprimirlo y actuar de forma más saludable. Incluso, la neurociencia nos regaló un dato curioso:
Según la Dra. Jill Bolte Taylor (y lo puedes leer más extensamente en mi artículo anterior llamado “90 Segundos”), las emociones biológicamente duran solo 90 segundos.
Sí, noventa.
Si en ese tiempo no las alimentas con más pensamientos o historias, se disuelven solitas. El problema es que, claro… ¿qué hacemos nosotros? ¡Les metemos cabeza! Les damos vueltas, las analizamos, les creamos novelas enteras, y ahí la estámos re-cag... Porque así seguimos cargando algo que, por diseño, estaba hecho para pasar rápido.
Ahora bien… eso es con las emociones.
¿Y con el ego?
¿Existe algo como los “90 segundos del ego”? Spoiler: no.
No hay un “tiempo estándar” en el que el ego se active y luego desaparezca si lo dejas tranquilo. ¿Por qué? Porque el ego no es una emoción pasajera, sino una construcción mental permanente.
Una especie de “versión de ti” que se formó con tus creencias, tus heridas, tus logros, tus traumas, tus ganas de encajar y sobrevivir emocionalmente en este mundo.
El ego no aparece y desaparece. Está siempre ahí. Pero lo importante es esto:
El ego no toma el control por tener presencia, sino por falta de conciencia.
Ya Coach, mucho floro, dinos entonces…
¿Cómo se “gestiona” el ego? Aquí viene lo jugoso, querido coachee.
Así como con las emociones uno necesita darse cuenta de lo que siente para no explotar ni reprimir, con el ego uno necesita darse cuenta de cuándo está actuando por ti.
¿Y cómo te das cuenta?
· Cuando reaccionas automáticamente en defensa.
· Cuando sientes una necesidad fuerte de tener la razón, demostrar algo, controlar o validarte.
· Cuando te atrincheras en el “yo soy así”.
En esos momentos, lo mejor que puedes hacer es pausar. Sí, una pausa de oro. No para pensar más, sino para observarte sin juicio. Y en esa observación empieza lo que yo estoy empezando a llamar… La Inteligencia EGOcional.
Entonces querido coachee,
¿Qué es la Inteligencia EGOcional?
La Inteligencia EGOcional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar consciente e inteligentemente tu ego, sin dejar que te controle. Es decir, no se trata de eliminarlo ni de reprimirlo, sino de observarlo, entender cómo actúa en ti… y usarlo a tu favor, sin que tome el volante de tu vida. Así como la inteligencia emocional te ayuda a manejar lo que sientes, la inteligencia EGOcional te ayuda a manejar quién crees que eres, cómo reaccionas desde tu identidad, y qué máscaras usas para sobrevivir o sobresalir.
¿Cómo se ve esto en la práctica?
· En vez de reaccionar desde la herida (“¡No me valoran!”), eliges responder desde la conciencia (“¿Realmente necesito demostrar algo aquí?”).
· En vez de disfrazarte de “el fuerte”, “el que siempre puede” o “el que nunca se equivoca”, puedes reconocer tu humanidad sin miedo a perder valor.
· En vez de buscar validación externa para sentirte suficiente, aprendes a sostener tu valor desde dentro.
Entonces, ¿para qué sirve desarrollar esta inteligencia?
Porque el ego no se va. Y si no aprendes a conocerlo, te maneja. Te mete en conflictos, te hace competir sin sentido, te sabotea relaciones, y te puede alejar de ti mismo. Pero cuando lo observas y lo gestionas con conciencia, se vuelve una herramienta poderosa: Una que te protege, te impulsa, te da dirección… sin necesidad de dominarte.
Inteligencia EGOcional es eso:
Saber cuándo el ego está al mando, y elegir con conciencia si le das permiso o no. Porque sí, a veces el ego puede ser útil (te da seguridad, foco, impulso), pero si lo dejas desatado, puede convertirse en tu peor enemigo disfrazado de aliado.
¿Cómo ejercitar tu Inteligencia EGOcional?
1. Hazte preguntas incómodas:
¿Por qué me dolió tanto lo que dijo esa persona? ¿Estoy buscando demostrar algo?
2. Identifica tus máscaras favoritas:
¿Eres el salvador? ¿El fuerte? ¿El que nunca se equivoca?
3. Celebra cuando detectas a tu ego:
No te culpes. Di: “¡Te vi, ego! Gracias por protegerme, pero ahora yo decido.”
4. Practica el silencio interior:
Cuando algo te saque de quicio, respira antes de responder. Pregúntate: “¿Esto viene de mi esencia o de mi ego?”
Y tú, querido coachee…
¿Quién está manejando hoy tu vida: tu conciencia o tu ego?
No se trata de pelear con tu ego, sino de conocerlo, reconocerlo y dirigirlo. Porque cuanto más lo entiendes, más te entiendes tú.
Esa es la verdadera libertad emocional. Esa es la Inteligencia EGOcional.
Si este artículo resonó contigo, compártelo.
Que más personas aprendan a llevarse bien con su ego (en vez de dejar que el ego les maneje la vida).
Abrazo grande, Coach Eduardo.
PD: Y sí… Claro que fue mi ego el que quiso escribir esto… Pero tranquilo, lo tuve con correa corta y snack emocional para que no se me descontrole. Así que esta vez, lo hizo desde un punto observado, con conciencia, no con carencia, sentado a mi lado y no al volante.