FAMILIA NARCISISTA

Querido coachee,

Hoy quiero hablarte desde un lugar más profundo. Uno donde las heridas no se ven, pero se sienten. Donde el silencio pesa más que mil gritos.

Este artículo es para ti, que creciste en una familia donde amar dolía, donde sentir era peligroso, y donde el cariño siempre venía acompañado de condiciones.

Este artículo es para quienes han amado a un narcisista sin saberlo. Para quienes lo han llamado "papá", "mamá", "hermano", "pareja". Y para quienes aún se preguntan por qué les cuesta tanto confiar, poner límites o simplemente sentirse suficientes.

 

Hace un tiempo acompañé a una mujer que me dijo: “No entiendo por qué siempre me siento culpable después de visitar a mi familia.”

Cuando comenzamos a explorar su historia, apareció un patrón claro: había vivido toda su vida en un entorno donde sus emociones eran invalidadas, sus logros minimizados y su esencia constantemente corregida.

 

La raíz era clara: un padre narcisista. Carismático en la calle. Cruel en casa.

No había golpes, no había insultos directos. Pero sí había algo peor: el desgaste emocional diario. Ese que no deja moretones, pero deja el alma hecha pedazos.

 

¿Qué es un narcisista?

No estamos hablando de alguien egoísta o engreído. El narcisista tóxico es alguien que, desde su herida, construyó una máscara de perfección, poder y control.

Necesita admiración constante. No ama: necesita ser amado, necesitado, temido.

Y para sostener esa imagen, va desgastando a los demás. Usa la culpa como herramienta. El gaslighting como escudo. Y el amor como trampa.

Lo más duro es que muchas veces, la familia es el campo donde más libremente actúa… porque ahí nadie lo cuestiona.

 

¿Cómo sufre la familia de un narcisista?

El sufrimiento no siempre es escandaloso. A veces es sutil, pero constante. Y deja marcas profundas.

·      Gaslighting emocional

Con el tiempo, los familiares del narcisista aprenden a desconfiar de su propia percepción.

“Eso nunca pasó.”

“Estás exagerando.”

“Te lo estás inventando.”

Son frases repetidas que hacen que incluso los recuerdos más claros se vuelvan difusos.
Y así, comienzas a desconectarte de ti. Porque si lo que sientes “no es real”, entonces… ¿quién eres tú realmente?

 

·      Amor con condiciones

El narcisista no ama: premia. Y solo si te comportas como él quiere.

“Si no haces esto, no mereces mi atención.”

“¿Eso elegiste? Qué decepción.”

Entonces, aprendes a complacer. A adaptarte. A traicionarte con tal de no perder ese “amor” que parece tan escaso, pero tan necesario.

 

·      Favoritismo y división

Una de las estrategias favoritas del narcisista es dividir para gobernar.
A un hijo lo elogia. Al otro lo castiga. A uno le dice “tú sí vales la pena”. Al otro, lo ignora.

Esto genera competencia, resentimiento y una familia rota que nunca entiende por qué está tan fragmentada.

 

·      Culpabilidad constante

Todo es culpa tuya. Si el narcisista está triste, es por ti. Si grita, es por lo que dijiste.

“Me puse así por tu actitud.”

“No me hables así que me enfermas.”

Y tú, sin darte cuenta, comienzas a cargar emociones ajenas como si fueran tuyas. Hasta que se te rompe la espalda del alma.

 

·      Anulación emocional

Tus emociones no importan. Solo las de él.

Si lloras, “estás exagerando”. Si te molestas, “eres un malagradecido”.

Con el tiempo, dejas de mostrar lo que sientes.

Y te convences de que sentir es un problema.

 

¿Qué deja todo esto a largo plazo?

Querido coachee, esto no pasa sin dejar huellas.

Cargar con una figura narcisista en casa deja marcas invisibles, pero muy reales.

·      Autoestima frágil: Sientes que nunca eres suficiente. Que siempre podrías haber hecho algo mejor.

·      Dificultad para poner límites: Decir “no” te genera culpa. Prefieres callar, ceder, aguantar.

·      Relaciones tóxicas repetidas: Sin darte cuenta, atraes lo familiar. Y lo familiar… es lo que duele.

·      Un yo interior fragmentado: A veces no sabes quién eres realmente. Solo sabes quién te pedían ser.

·      Una vida en modo supervivencia: Siempre en alerta, siempre buscando no molestar, no fallar, no sentir.

 

¿Y cómo se sana? ¿Hay salida?

Sí. Hay salida. Pero no es instantánea.

Sanar lleva tiempo, valor y mucha compasión contigo mismo.

·      Reconocer lo vivido

Aceptar que alguien a quien amabas fue emocionalmente abusivo no es fácil. Pero es el primer paso para liberarte.

Nombrarlo no es traicionar a tu familia. Es comenzar a honrarte a ti.

·      Buscar apoyo emocional

Hablar con alguien que te escuche sin juzgar, que te ayude a reconstruir tu historia, es fundamental.

Terapia, coaching, grupos de apoyo: lo que resuene contigo. Pero no lo sigas llevando solo.

·      Aprender a poner límites

Sí, al principio tiembla la voz. Pero luego… se fortalece el alma.

Poner límites no es ser egoísta. Es comenzar a cuidarte.

·      Volver a ti

Redescubrir quién eres sin la mirada del narcisista.

Qué te gusta, qué te mueve, qué te hace feliz.

Volver a sentirte. A habitarte. A quererte.

 

Querido coachee, escucha esto…

No estás loco. No fuiste débil. No te lo imaginaste.

Sobreviviste a una dinámica que te exigió más de lo que un corazón debería soportar.

Y hoy, puedes comenzar a elegir diferente.

Puedes elegir sanar.

Elegir verte.

Elegir amarte.

Ya no desde el miedo, sino desde la verdad.

 

Con todo mi respeto y abrazo sincero,

Coach Eduardo

 

Anterior
Anterior

NADIE ES COMPLETAMENTE INOCENTE

Siguiente
Siguiente

Inteligencia EGOcional