Cómo cerrar un año emocionalmente difícil

Si llegaste a diciembre con el corazón cansado, este mensaje es para ti.

 

Quizá el 2025 te dejó heridas que todavía no sabes ni cómo explicar. Tal vez diste lo mejor de ti —aunque nadie lo haya notado— o tuviste que ser fuerte cuando, por dentro, lo único que querías era un respiro. Y a lo mejor creciste… pero mientras crecías, también te rompías un poco. Si es así, respira. No estás aquí por casualidad.

 

Hace unos días, Anita me mostró un prompt para ChatGPT que encontró en redes. Era para pedirle a Gepeto —sí, así le digo de cariño— una lista de insights positivos sobre mí. Lo hice, no por ego, sino porque dentro mío sentía esa necesidad silenciosa de un pequeño recordatorio; un empujoncito emocional. Una afirmación de que, aunque el camino ha sido duro, sigo avanzando bien. Porque sí, soy Coach… pero también soy humano.

 

Entre los puntos de la lista hubo uno que me detuvo por completo. Decía: “En el fondo sigues buscando una cosa: un espacio donde tú también puedas descansar sin tener que ser el fuerte.” Y cuando lo leí, algo en mí se quebró. Mi corazón se fue directo a esos días de adolescencia en los que mi familia se estaba rompiendo y yo, sin saber cómo, tuve que sostenerla emocionalmente. Recordé a ese niño que tuvo que madurar demasiado pronto. Y a ese hombre que aprendió a cargar, avanzar y seguir… incluso cuando lo único que necesitaba era que alguien lo abrazara.

 

Me quebré. Lloré. Y fue ahí cuando entendí algo fundamental para cerrar un año difícil: antes de soltar lo que viviste, tienes que reconocer que también mereces un espacio donde bajar la guardia.

 

La ciencia emocional describe algo muy real: cuando has tenido que ser fuerte por demasiado tiempo, tu sistema nervioso deja de diferenciar entre “debo sostener” y “necesito descansar”. Todo se mezcla. Todo se tensa. Y entonces aparece ese peso raro en el pecho, esas ganas de llorar sin razón, la fatiga que no se quita, la sensación de que el año te drenó más de lo que te dio. Por eso quiero que escuches esto con calma: Sanar no significa que no duela. Significa que ya no te controla. O, si lo quieres aún más preciso: sanar es recuperar el derecho a sentir sin miedo. Y cerrar un año difícil es darte permiso para soltar lo que no es tuyo, agradecer lo que sí fue, y proyectar la versión de ti que quieres construir sin cargar con la que el mundo te exigía ser.

 

A veces, cerrar un año no requiere rituales complejos. Solo requiere honestidad. Tal vez estas frases te ayuden a empezar: reconocer lo que te dolió, aceptar lo que aprendiste, soltar lo que no quieres llevar al 2026, agradecer lo que sí te sostuvo, y declararte quién eliges ser el próximo año. No necesitas escribir veinte cosas; basta con cinco verdades pequeñas: una conversación bonita, una decisión valiente, un límite sano, un día en el que lograste levantarte, un instante en el que fuiste amable contigo. Las gratitudes simples son las que realmente construyen paz.

 

Porque este año no te venció… te reveló. Te mostró lo que todavía duele, claro. Pero también te mostró lo que ya no estás dispuesto a tolerar. Te mostró tu fuerza, pero también tu necesidad de suavidad. Te mostró tus heridas, sí, pero también tu capacidad de sanarte. Y aunque 2026 no será perfecto, será tuyo: más consciente, más ligero, más verdadero.

 

A veces el dolor enseña más cuando lo pausas que cuando lo ignoras. A veces cerrar un ciclo no es olvidar, sino honrar lo que te transformó. No todo lo que cargaste era tuyo. Ser fuerte no te quita el derecho a descansar. Tu corazón merece suavidad, no solo resistencia. Este año te dolió, pero también te preparó. Sanar es permitirte sentir sin miedo. 2025 no fue un final; fue el comienzo de una nueva conciencia. Tu historia continúa incluso cuando sientes que no avanzas. Y la vida no te pide perfección: te pide presencia.

 

Así que, antes de que termine diciembre, recuérdate algo: no cerramos el año para olvidar lo vivido, sino para honrar a la persona en la que nos convirtió. Quizá 2025 te rompió, te cansó o te confrontó. Pero también te dejó una verdad que no puedes ignorar: sigues aquí. Sigues sintiendo. Sigues creciendo. Sigues sanando. Y aunque hoy no lo veas, eso ya es una victoria.

 

Si este artículo te habló al corazón, compártelo con alguien que también tuvo un año difícil. Nunca sabes a quién podrías aliviar. Y vuelve a leerlo el 1 de enero. Te va a sonar diferente. Y, te lo prometo, más suave.

 

Te mando un fuerte abrazo,

Coach Eduardo.

Siguiente
Siguiente

EGO CORPORATIVO