LA NAVIDAD PARA COACH EDUARDO
Recuerdo que cuando era niño, la Navidad para mí era siempre la temporada y fecha más emocionante de todo el año. Más que mi cumpleaños incluso (11.01.1981).
En mi antigua casa, las navidades las celebrábamos primero los cuatro miembros de la familia; mi hermana, mi mamá, mi papá y yo, antes de salir hacia la casa de nuestros familiares, armando una canasta llena de víveres para ir a algún lugar de pocos recursos económicos y regalar aquella canasta, la cual, más que llena de víveres y ropa estaba llena de esperanza, buena fe y sobretodo una lección invaluable que nos daban mis papás a mi hermana y a mí.
Luego llegábamos a la casa de alguno de mis abuelos (un año cenábamos con una familia y pasábamos las doce con la otra familia, el otro año al revés), dejábamos los regalos debajo del árbol, y nos juntábamos toda la familia a compartir.
Cuando era muy pequeño, nuestros papás siempre nos mandaban a dormir a las 11:30 p.m. y nos despertaban pasadas las doce. Esto lo hacían para que al bajar a la sala, podamos ver que “Papa Noel” ya había llegado y había dejado los regalos para nosotros debajo del árbol. Esta clase de actividades mantuvo en mí la ilusión de que Papa Noel sí existía. Gracias por eso.
Pero ya cuando era menos pequeño, todos los primos nos juntábamos para jugar, hacer travesuras, sentarnos al frente del árbol antes de la media noche a adivinar qué era lo que nos habían comprado, etc. (Claro que yo ya sabía qué eran mis regalos porque días antes ya había rebuscado toda la casa entera y había descubierto mis regalos escondidos. Era toda una aventura como si fuera escrita por Julio Verne.)
Los adultos se repartían ciertas actividades, como por ejemplo terminar de preparar la cena navideña, colocar la mesa, ponerse al tanto de las últimas noticias familiares, sonreír, recordar, etc.
Siempre con canciones navideñas de aquellos tiempos sintonizados en la radio para saber cuánto faltaba exactamente para que sean las 12 de la noche. Ya luego, con el pasar del tiempo y el avance de la tecnología, la radio pasó a ser cassettes, luego CDs, iPods, y ahora último Spotify... (y pasamos de “Los Toribianitos” a canciones navideñas clásicas cantadas por artistas actuales, y de eso me encargué yo, jejeje.)
Llegaban las tan esperadas doce de la noche y los papeles de regalos volaban por toda la sala cual huracán.
Las “Gracias” y los abrazos, bien acompañados de las sonrisas nos llenaban el ambiente de la casa. Previo rezo al niño Jesús, claro está (Pero claro, cuando uno es niño, uno reza de memoria mientras piensas en los regalos... ¿no?)
Luego, la noche pasaba a ser, para mí, una noche de nuevos juguetes, nuevos juegos, nueva ropa (entre las cuales, siempre estaba esa prenda especial que te regalaba aquella abuelita con pésimos gustos, jajaja, pero todo el amor del mundo), nuevas historias que inventar para jugar con mis juguetes, etc. La cena era lo que menos importaba... ¡¿Quién podría tener hambre si tenía juguetes nuevos?!
¿Dormir?, ¿Esa noche?... Imposible.
5:30 a.m. ya estaba despierto junto a todos mis juguetes nuevos... Claro, además de lo insoportablemente extrañables que eran los ruidos de los fuegos artificiales por todo Lima, el olor a pólvora quemada, y las humaredas de estos peligrosos artefactos pirotécnicos que no dejaban dormir mucho.
Pero bueno... Esa noche para mí era una noche mágica desde el punto que lo viera.
Tenía mi familia tan unida como siempre, tenía la emoción de los miles de regalos por ser un niño, tenía ilusiones de Santa Claus, etc.
¡Era Navidad!
Hasta que un día, las cosas cambiaron…
Mi familia se separó y las navidades ya no eran como antes. Ahora los que nos dividíamos entre las familias éramos mi hermana y yo. Una Navidad pasábamos las doce con la familia de mi mamá y una Navidad pasábamos la media noche con la familia de mi papá.
Y aunque al principio fue curioso, luego raro y de ahí pasó a ser normal, nunca pude emocionarme nuevamente como lo hacía de cuando niño.
Dicen por ahí que la navidad es para los niños. Que cuando uno crece la Navidad no significa lo mismo. Y puede que sea cierto. La Navidad ya no tiene el mismo significado de adulto que de cuando niño. Pero, yo les puedo decir que eso depende de cada uno.
Por muchos motivos, les puedo decir, que por muchos años la Navidad para mí había vuelto a ser tan emocionante que de cuando niño.
Y para que vuelva a ser igual, tuve que pasarla muy mal una Navidad…
Varios años atrás, cuando aún era un jovenzuelo, tomé la decisión de irme de viaje a E.E.U.U. a trabajar unos cuantos meses. Diciembre, Enero, Febrero y Marzo. Pasé La Navidad trabajando en un país extranjero, con personas que no hablaban mi idioma, lejos de donde me estaba alojando y en un trabajo nada cómodo. Al llegar a casa de mi gran amiga del cole, la cual muy amablemente me había brindado estadía junto a su esposo y su bebé, ellos ya habían cenado y estaban durmiendo. Mi amiga, muy gentilmente se despertó y me acompañó en la mesa a cenar mi cena navideña.
Si bien su acto fue muy gentil el cual valoro muchísimo hasta el día de hoy (que quede claro que le agradezco millones de veces por ese acto), no pudo llenar ese vacío que tenía en ese momento.
Esa noche no pude dormir en lo absoluto. Y esta vez no fue porque habían regalos nuevos, ni ruidosos fuegos artificiales, ni nada de eso... Esa noche me puse a pensar y reflexionar realmente lo que significaba la Navidad.
Y llegué al redescubrimiento de que el verdadero significado de la Navidad es Compartir.
No importa con quién sea.
No importa por cuánto tiempo sea.
Lo que importa es hacer algo junto a alguien para hacerlo sentir bien desde el corazón hasta la calidez. Y qué mejor que hacerlo con la familia y amigos.
Ahora la Navidad se resume, para mí, en dar. Y no solo les hablo de regalos físicos... Existen todo tipo de regalos que no necesariamente se compran o se entregan envueltos... ¿O acaso me van a decir que un abrazo de tu papá vale menos que un auto último modelo, o ese beso tan único de tu mamá vale menos que siete aviones comerciales?
Si desean una lista de ejemplos, he aquí una pequeña muestra:
- Compartir complicidad que genera sonrisas con tus hermanos y hermanas.
- Darle la sorpresa a tu ser amado/querido de tu llamada justo a la media noche.
- Darle un abrazo muy fuerte de corazón pero muy suavecito a tu abuelito/a.
- Decirle a tu abuelita lo preciosa, glamorosa y regia que está ese día.
- Mirarle a los ojos a tu papá y darle las gracias por quién eres ahora.
- Recostarte una vez más sobre los hombros de tu mamá, cerrar los ojos, respirar profundo y decirle que la adoras más que a nada en este mundo.
- Abrir los brazos lo más que puedas para darle un tremendo apachurrón a tu sobrino, sobrina, primito, primita.
- Organizar a toda la familia para que se junten para la foto navideña grupal.
- Darle una mano a tu tía para que la cena salga exquisita.
- Pedirle a tu abuelito que te explique algo que "no entiendes mucho" ;)
- Contarle un chiste rojo al tío que está muy serio.
- Etc.
Algo que sí voy a extrañar en esta Navidad, es a mi papá, que ahora ya se encuentra al lado de Diosito. Mi viejito era una parte importante en el vacilón en las reuniones familiares, y la Navidad no era una excepción. Siempre alegre, siempre chistoso, siempre ladilla y jodido, pero para que todos nos riamos un rato. Pero también era muy amoroso, sentimental y reflexivo. Lo voy a extrañar mucho.
Y aunque este año será el primer año que pasaré Navidad sin él, para mí y en honor a mi viejito, la Navidad debe ser igual que antes. Nuevamente me emociono, nuevamente quiero que llegue la Navidad para poder ir a visitar a mis familiares y amigos, poder darme el lujo de sentarme a conversar, compartir, preguntar sobre sus estados, sus vidas, sus curiosidades, sus historias, etc. Ahora, ya me vuelve emocionar armar el árbol de navidad. Ahora, al igual que antes, me gusta pensar que Papá Noel existe.
Mención la cual me ha hecho recordar algo que me pasó de cuando muy niño, una Navidad:
(Recuerdo también haberle contado esta historia a un muy buen amigo. Y ver cómo le brillaban los ojos al contárselo fue mi mejor regalo hacia él.)
La verdad es que no recuerdo si realmente pasó, lo soñé, lo imaginé, o lo quise crear, pero lo cierto es que lo recuerdo y muy bien. Una noche, cuando vivía en el distrito de Surco, muy cerca de la carretera Panamericana, en una casa de dos pisos, no recuerdo la hora, me desperté de la nada y bajé por las escaleras de madera en forma de semi caracol. Llegué al escalón grande de descanso y pude notar que alguien estaba en la sala. Desde ese escalón se podía divisar la sala si te agachabas y acercabas el rostro a la altura de tus pies y mirabas a través de los barrotes de la baranda.
Ese personaje estaba dándome la espalda y estaba cerca al sillón de tres cuerpos marrón de tapiz aterciopelado, como que escondiendo algo detrás de este. Terminó de hacer lo que estaba haciendo y se dirigió al árbol de Navidad y realizó un acto similar al anterior; algo escondía. Al terminar, mientras yo lo observaba calladito desde mi escondite, se dirigió hacia el comedor y desapareció bajo la sombra de la oscuridad de la noche. Yo no podía creer lo que acababa de presenciar. Mi cerebro de niño, jugaba con la ilusión y la sorpresa, la alegría y la duda.
Ese personaje, el cual esa noche vi desde mi escondite en la escalera, tenía sobre peso, vestía de rojo con botas negras y su rostro estaba acolchonado de una barba blanca visualmente muy suave."
¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!
Gracias a todos por leer hasta aquí y por estar.
Compartan su amor con todos.
Fuerte brazo.
Coach Eduardo.